2/5 Tus pensamientos te engañan

2 Tus pensamientos te engañan

Tendemos a creer que la mente produce pensamientos. De hecho, la mayoría de las personas creen que su identidad, su personalidad, su “yo”,  se encuentra en ella. Sin embargo, tu cerebro y pensamientos te engañan; no son del todo fiables. La realidad que te muestran es tan cuestionable como el hecho de que, aunque el Sol sólo gira sobre sí mismo, nuestros sentidos nos hagan creer que cada día traza su órbita en el cielo.

Como cada ser vivo, podemos captar un rango limitado de la realidad. Muchos animales poseen visión nocturna o perciben un espectro de luz inapreciable para el ser humano. Es decir, la realidad es subjetiva y se limita a las capacidades perceptivas de cada ser vivo. El cerebro, dentro de su maravilloso diseño, recrea la realidad que percibe, pero a veces imagina una realidad inexistente supliendo fallos en los datos que recibe, e intenta subsanarlos con los datos ya existentes en su memoria.

Un ejemplo de esto es la imagen del rostro invertido que muestra el llamado efecto Thatcher. El cerebro no está programado para ver rostros invertidos, por lo que recrea un rostro en función de los datos que ya posee; es decir, se basa en su memoria para mostrarnos una realidad según su imaginación. Si le damos la vuelta a la fotografía nos sorprenderá ver su composición real. Continúa leyendo 2/5 Tus pensamientos te engañan

Ser, sin juicios

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En mi juventud malinterpreté la vida, como suele ocurrirnos cuando dejamos de seguir nuestro corazón y aceptamos las premisas y paradigmas que otros nos inculcan. En mi inmadurez, llegué a creer que el miedo a la vida se vencía  luchando contra él una y otra vez, como un toro encabezonado y terco, golpeándose ciegamente contra el obstáculo de su temor… Y cuando mi corazón temblaba roto de miedo ante la vivencia que iba a experimentar, creía, en mi ignorancia, que esa traición a mi corazón  formaba parte  del endurecimiento de carácter necesario para convertirme en una persona más madura y valerosa. Continúa leyendo Ser, sin juicios