Estamos viviendo el periodo en que la Humanidad ocupa más tiempo interactuando frente a una pantalla que ante otra persona.
En esta interacción hay flujo de información y se generan ciertas emociones, pero se pierde el cariz del contacto íntegro con otro ser vivo; el mismo contacto perceptivo y sensorial que sucede de manera natural entre el resto de seres vivos.
El desarrollo tecnológico que tanto nos ha ayudado y brindado poder, se ha ido empoderando en nuestra vida de manera exponencial.
¿Qué hacer entonces? ¿Quién tiene el poder para decidir qué hacer? ¿Quién se plantea esta realidad siquiera?
Sin embargo, lo obviemos o no, esta década que vivimos marcará un antes y un después en lo que ha sido hasta ahora toda nuestra historia.
Surgen creencias, prejuicios, dudas y quizás lo más importante y necesario: preguntas abiertas que nos invitan a ahondar en la incógnita que generan.
Es nuestra elección abrirnos a este trascendental dilema. Es también nuestra responsabilidad porque es en nuestro tiempo cuando está sucediendo.
Es nuestro tiempo porque lo que consigamos, sea «bueno» o «malo», será el legado que entregaremos a quienes hayan de venir.
Debe estar conectado para enviar un comentario.